En esta noche estrellada de luz y sombra no sé si debo
llorar al ver como la nostalgia se acuerda de mí. En un mar de diapositivas encarnadas,
zigzaguean y me cubren la memoria mientras intento farfullar a duras penas mi
estado actual. En memoria a los ángeles
que vistieron los colores del Mallorca, en memoria a las imágenes vistas por
televisión, en memoria de un pasado mejor, hoy he perdido el amor por el fútbol. Un fútbol monopolizado por el dinero, la
avaricia y la memez, donde los
sentimientos son parte de lo mismo, del vacío institucional que a nadie le
importa.
En este tiempo de subsidios emocionales, hipotecas de
contrabando, desahucios institucionales, concursos de fantoches, jugadores sin
alma y almas compradas sin querer. En este tiempo de crisis aguda, ladrones de
guante negro, pagarés caducados, dirigentes sin oficio y oficios fantasmales,
doy gracias por ser partícipe de la historia hermosa del Mallorca y que sólo los
que se hacen llamar eruditos o farsantes se sientan aludidos por los últimos
tiempos, porque esa no es mi historia.
En mi persistencia por encontrar el verdadero amor, aquel
que se encontraba antiguamente en los terrenos de fútbol, en las terrazas
cálidas después del entrenamiento, en las gradas compartidas, en el jolgorio
del Lluis Sitjar miro al futuro incierto, con segundas preocupaciones.
No necesito discursos
emocionales que nadie entiende, estadios de lujo multideporte, jugadores falsificados
que no saben defender. Sólo pido amor, sólo eso. Aquel que se encuentra en las cosas bien
hechas de las mentes predispuestas.
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